No sé si habrá alguna estadística al respecto, pero me atrevería a asegurar que la mayoría de nosotros pensamos en más o menos los mismos deseos cuando apagamos las velitas de cumpleaños: “salud, dinero y amor”.
Aunque nuestro sentido común se rebele, dejamos correr nuestra imaginación en ese pequeño ritual, aunque esa ilusión sólo dure los breves segundos que tardamos en apagar esas “milagrosas” velitas.
Hasta aquí el asunto va bien, de hecho ser un poquito soñador puede ser hasta saludable, siempre y cuando no se pierda la capacidad de diferenciar la realidad de los sueños.
El efecto placebo, es un buen ejemplo de confundir deseos con realidad, como ocurre con las “medicinas alternativas” cuando se aplica una sustancia sin valor medicinal que puede producir una sensación de curación si el enfermo la toma creyendo que es un medicamento eficaz.