Crónicas de Gratislandia

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Giro forzado en una ciudad de un país llamado Gratislandia Hace como 15 años, un gratislandés cualquiera de alguna ciudad del sur que no es relevante identificar, se compró una pequeña parcela en los alrededores de la ciudad. Conforme el tiempo pasó el lugar se fue poblando, aparecieron barrios , nuevos centros comerciales, bancos y oficinas. Las inmobiliarias fueron comprando paulatinamente las parcelas de los alrededores, pero él , fiel a su proyecto, nunca quiso vender la suya a pesar de muy tentadoras ofertas. Un buen día tuvo la idea de poner un restaurante detectando una nueva oportunidad de negocio en una parte estratégica de su parcela que daba al sector más concurrido. Construyó las instalaciones y habilitó estacionamientos para sus clientes. El negocio anduvo muy bien en un principio, pero a poco andar sus estacionamientos estaban permanentemente llenos y sin embargo, curiosamente su negocio no lo estaba. Decidió cobrar a quienes no fuesen sus clientes y liberar de pago a quienes sí lo eran. Pero esto lo enfrentó a un nuevos problemas: había que contratar a un cuidador , poner una garita, pagar los impuestos correspondientes y también de acuerdo a las nuevas leyes que se iban creando, era responsable por la integridad de los vehículos, por lo que fue necesario contratar otro asistente. Debió asumir los costos crear todo un sistema administrativo especial. El problema disminuyó pero no como esperaba, porque el costo de su estacionamiento era igual o algo inferior al costo de los estacionamientos cercanos. Fue así que decidió aumentar el precio por sobre el valor de los otros estacionamientos, ya que no le interesaba competir con ellos. A el sólo le interesaba el negocio de su restaurante porque ese era el giro que había elegido. Pero como la imaginación y nobleza de los políticos de Gratislandia es inagotable, ahora debe entregar primera media hora gratis, el precio del estacionamiento es fijado y además su responsabilidad por la integridad de los vehículos de los gratislandeses que entraban y salían por períodos cortos seguía igual. Ahora la mayor parte de su energía y recursos debe destinarlos a la administración del estacionamiento en perjuicio de su negocio original. Su restaurante está en franca declinación. Ha considerado la opción de cerrar su proyecto, pero las cuentas no le dan, pues deberá pagar indemnizaciones por años servicio, términos de giro, etc. Probablemente todo el capital invertido se irá en ello. Ahora se enfrenta al dilema de cerrar de una buena vez el negocio y darle la mala noticia a sus empleados asumiendo el costo de golpe, o dejar que el negocio muera poco a poco.

 

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