No sé si habrá alguna estadística al respecto, pero me atrevería a asegurar que la mayoría de nosotros pensamos en más o menos los mismos deseos cuando apagamos las velitas de cumpleaños: “salud, dinero y amor”.
Aunque nuestro sentido común se rebele, dejamos correr nuestra imaginación en ese pequeño ritual, aunque esa ilusión sólo dure los breves segundos que tardamos en apagar esas “milagrosas” velitas.
Hasta aquí el asunto va bien, de hecho ser un poquito soñador puede ser hasta saludable, siempre y cuando no se pierda la capacidad de diferenciar la realidad de los sueños.
El efecto placebo, es un buen ejemplo de confundir deseos con realidad, como ocurre con las “medicinas alternativas” cuando se aplica una sustancia sin valor medicinal que puede producir una sensación de curación si el enfermo la toma creyendo que es un medicamento eficaz.
Pero el efecto placebo no sólo ocurre en la medicina . También puede ocurrir en cosas tan cotidianas como un ascensor, según apareció en un artículo de Greg Ross en Futility Closet, que dice que en la mayoría de los ascensores instalados desde comienzos de los 90 el botón “cerrar-puertas” no sirve de nada según la propia empresa Otis.
Pero eso no es todo, un especialista en calefacción de Illinois, afirma que muchos termostatos de calefacción en oficinas son sólo “adorno”, cuyo único propósito es darle la sensación de control al cliente, disminuyendo prácticamente a cero los reclamos.
No sé si también ocurrirá en Chile, pero en Nueva York, todo el mundo sabe que alrededor de 1500 botones para peatones en los semáforos (de algo más de 3500), no hacen nada, pero las personas siguen apretando los botones a pesar de saberlo desde el 2003.
Nuestro caso no es muy distinto, incluso podemos llegar aún más lejos que las simples velitas para que nos concedan esos tres deseos: salud, dinero y amor.
26.000 velitas por salud dinero y amor. ..y contando.
Al momento en que escribo esta entrada, llevamos sobre 26.000 leyes promulgadas de la más distinta índole. Si consideramos que por cada ley existen sus correspondientes artículos y reglamentos, la cantidad de normas regulatorias aumenta a cantidades siderales.
Se supone que quienes idearon y promulgaron todas estas leyes, lo hicieron movidos por el afán de facilitarnos la vida o de hacer este mundo más justo dirán otros. ¿Cómo es que entonces después de más de 26.000 leyes aún no estemos disfrutando de los beneficios que en los textos legales aparecen tan claramente descritos?.
Salud: Ley 19378 64 artículos, ley 20250, ley 20157, …uff me dio lata…
Dinero:Sólo el código del trabajo, por ejemplo, tiene 483 artículos, mientras que la actual Ley General de Educación (Ley Nº 20.370) contiene 73 artículos sin considerar los transitorios.
Amor: Acuerdo de Vida en Común" (AVC), que luego asegurará por decreto que habrá amor mediante el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Casi todos los días aparece un legislador rodeado de micrófonos asegurando que esta vez sí, con su proyecto de ley por fin alcanzaremos el mundo feliz.
Las personas salen a las calles, pidiendo más leyes todavía, porque 20.000 no son suficientes velitas.
El problema no son las leyes sino quienes ciframos todas nuestras esperanzas de bienestar y progreso en ellas, llegando incluso a creer que pueden sustituir nuestra iniciativa, esfuerzo y creatividad.
Las leyes se convierten en un fetiche que nos aislará del mundo real, donde no existen los riesgos y todo está garantizado.
Finalmente se vuelve contra los mismos ciudadanos y cuando ello ocurre ¿qué hacemos?. Queremos más leyes que "corrrijan" a las anteriores o las "mejore".
Queremos bienestar gratis, de calidad y garantizado de por vida y para esto está el estado, proveedor omnipotente y omnipresente.
Y si el estado no es capaz de hacerlo, cosa que en realidad nunca ocurre, entonces la culpa es de los gobernantes, no nuestra.
Todo esto genera una retroalimentación entrópica entre políticos y ciudadanos pues los únicos políticos que tienen oportunidad son aquellos que está dispuestos a decirnos lo que queremos oir, y al mismo tiempo, aumenta la desconfianza de los ciudadanos al constatar que lo que nos prometieron nunca llegó.
La única diferencia es que al cabo de un tiempo nuestra fronda legal aumentó en varios miles de leyes
El problema no son las leyes sino quienes ciframos todas nuestras esperanzas de bienestar y progreso en ellas, llegando incluso a creer que pueden sustituir nuestra iniciativa, esfuerzo y creatividad.
Las leyes se convierten en un fetiche que nos aislará del mundo real, donde no existen los riesgos y todo está garantizado.
Finalmente se vuelve contra los mismos ciudadanos y cuando ello ocurre ¿qué hacemos?. Queremos más leyes que "corrrijan" a las anteriores o las "mejore".
Queremos bienestar gratis, de calidad y garantizado de por vida y para esto está el estado, proveedor omnipotente y omnipresente.
Y si el estado no es capaz de hacerlo, cosa que en realidad nunca ocurre, entonces la culpa es de los gobernantes, no nuestra.
Todo esto genera una retroalimentación entrópica entre políticos y ciudadanos pues los únicos políticos que tienen oportunidad son aquellos que está dispuestos a decirnos lo que queremos oir, y al mismo tiempo, aumenta la desconfianza de los ciudadanos al constatar que lo que nos prometieron nunca llegó.
La única diferencia es que al cabo de un tiempo nuestra fronda legal aumentó en varios miles de leyes
3 comentarios:
Francia lleva sobre 50.000 leyes y aún no son felices.
Nosotros tenemos sólo 200 años y ya tenemos más de la mitad
He recoplado una serie de citas de Rothbard y Hans-Herma Hope para resumir el anarcocapitalismo pasate por mi blog http://liberalismoradical.blogspot.com/
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